PERFIL

sábado, 24 de octubre de 2009

La caja de cristal - tercera parte


Todo al rededor comenzó a girar rápidamente, tanto que solo se veían vivos colores mezclandose a su al rededor, como si un arco iris gigante la estuviera cubriendo, como si se encontrara en el centro de un tornado. Pese a que ella no se movía, tantos colores y tanto movimiento a su al rededor hicieron que comenzara a sentirse descompuesta y justo cuando creyó que ya no podría aguantar mas todo se detuvo. Cayó arrodillada al suelo, se sentía muy aturdida y mareada, realmente no entendía lo que había sucedido. Poco a poco comenzó a tomar conciencia del lugar donde se encontraba. Se dio cuenta que sus manos y sus rodillas estaban sobre algo duro que precisamente no era tierra, era mas bien duro, áspero y gris, lo que había causado unos pequeños raspones en sus rodillas, luego sus oídos comenzaron a percibir uno a unos los sonidos que la rodeaban, sonidos de todo tipo; agudos, graves, largos, cortos, aturdidores pero todos ellos completamente desconocidos. Se sentía muy confundida. - ¿Estas bien? - fue lo siguiente que escuchó y finalmente levanto su cabeza. Los ojos de Serafina se encontraron con otros ojos grandes y redondos color verde agua que la miraban curiosamente, con mucha intriga y algo de preocupación. - No me digas, ¡eres la muchacha que se escapó del manicomio la semana pasada! Tendrías que disimular mas, con esa ropa seguramente alguien podría reconocerte y llevarte de regreso, de todos modos no te preocupes que no voy a ser yo esa persona, pero ahora que lo pienso bien... la descripción física no encaja del todo contigo además...no te ves como una persona de 35 años... Serafina no entendía absolutamente nada de lo que había ocurrido, no sabia en donde se encontraba, no sabia como había llegado hasta allí y ¿quien era ese extraño que le hablaba? Tantas preguntas hacia que le duela la cabeza, pero había una sola manera de responder a esas preguntas y era respondiendo a quien le estaba hablando. Se supone que uno por razones de seguridad no debe hablar con extraños pero a ella nadie le había enseñado eso ya que toda su vida vivió en una pequeña aldea aislada de todo el mundo y creyendo ser los únicos habitantes, por lo tanto al conocerse entre todos no habían razones para enseñarle a no hablar con personas desconocidas, así que respiro profundo y finalmente habló. - ¿Quien eres? fue lo primero que se le ocurrió preguntar. - Me llamo Stephan - dijo el joven quien continuaba mirándola de manera curiosa. - Ah...- Se incorporo y por primera vez miró a su al rededor. Sus ojos y su boca se abrieron enormemente al darse cuenta del lugar en donde se encontraba. Veía grandes edificios tan altos que no le alcanzaban los ojos para mirarlos enteros, habían tantos que el cielo a penas podía verse, también veía miles y miles de personas, que pasaban a su lado, ninguna parecía notar su presencia, caminaban muy rápido, como si tuviesen alguna urgencia. Luego comenzo a observar mas detenidamente hasta notar que todo lo que veía le resultaba familiar. - ¡Las imagenes! - Fue lo siguiente que pudo decir. Ahora su acompañante estaba realmente confundido. - ¿Perdón? ¿Quien eres? - Pregunto él totalmente intrigado. - ¡Si! ¡es igual a las imagenes que vi! ¿En donde estoy? - Preguntó nuevamente ignorando por completo lo que Stephan había preguntado. - ¿No sabes en donde te encuentras? ¿Acaso no eres de aquí?- Ella afirmó con la cabeza -Te encuentras en New York, mas precisamente en Madison Square Garden. ¿Vas a responderme quien eres? - Lo siento, soy Serafina - respondió sin dejar de mirar a su al rededor. - ¡Vaya nombre! y ¿como llegaste hasta aquí?- -No lo se, simplemente estaba en mi casa mirando las imagenes y aparecí aquí. - dijo con toda inocencia. Stephan comenzo a reír creyendo que era una broma, pero al ver que ella no mostraba ninguna expresión además de la confusión que mostraba su cara se puso serio y como su curiosidad era tan grande decidió seguirle el juego, de todos modos era una niña linda y aparentemente casi de su misma edad así que nada malo podría ocurrir. - Muy bien, ya se que haremos, ya que te encuentras perdida iremos a un café a tomar algo y me cuentas tu historia, pero mejor primero te cambias porque no puedes estar vestida así, llamas mucho la atención- y era totalmente cierto, su vestido la hacia parecerse a Vilma de los Picapiedras al lado de todas aquellas personas de la gran ciudad. - ¿Estas de acuerdo?- - Está bien - respondió Serafina sin entender a que se refería con "café" y "llamar la atención". Entraron en una tienda de segunda mano y Stephan compró un jean azul, una remera rosa y un par de zapatillas de tela blancas, en total no gastó mas de 30 dolares, no era ropa nueva ni de marca pero al menos de esa manera ella lucía un poco mas normal. Luego se dirigieron a un lugar muy bonito lleno de mesas y se sentaron junto a una ventana. Ella seguía asombrada pero a la vez fascinada por todo lo que estaba viendo, no se parecía absolutamente en nada a lo que había estado viviendo en sus 16 años de vida. - ¿Que desea tomar? - Preguntó una señorita con el pelo recogido, vestida de negro. - Un capuccino por favor - respondió Stephan. - Yo también- dijo ella sin tener la mas remota idea de lo que estaba ordenando. Con toda la ansiedad y el shock de lo que había sucedido ella se había olvidado de agradecerle por ayudarla, de hecho ni siquiera se había tomado la molestia de mirarlo ya que estaba completamente deslumbrada por todo lo que la rodeaba, lo único que se acordaba de él eran sus ojos porque fue lo primero que vió. Stephan era de contextura delgada, ojos grandes color verde agua, pelo negro azabache desmechado, ni muy prolijo, ni muy descuidado. Llevaba puesto un jean algo ancho, zapatillas negras y una remera manga larga negra, y daba la impresión de ser una persona bastante segura de si mismo, simpático y siempre sonriendo lo que lo hacia verse atractivo, bastante diferente a Dean quien parecía un niño a su lado. Mientras ella lo observaba los capuccinos llegaron y Serafina dió su primer sorbo.


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